Por: Carlos Scaglioni Vigil
La aparición del coronavirus en el mundo no sólo nos ha enfrentado a una severa crisis sanitaria, sino que está cambiando sociedades, economías, empresas y la historia del ser humano como la conocemos. En este contexto hay una palabra que es la más pronunciada y repetida hasta la saciedad, que con fuerza se ha impuesto a otras de nuestro vocabulario, con este vocablo tratamos de definir los duros tiempos que vivimos, nuestras actuaciones, emociones y todo lo que nos sucede. La expresión es: crisis. Pero esta palabra inexorablemente viene acompañada de otra que define a la emoción más potente y peligrosa de todas: miedo. Juntas establecen un marco de interpretación sesgado y obtuso, haciéndonos perder una cabal perspectiva de la realidad que nos está tocando vivir.
EL PASADO DEBE ESTAR PRESENTE EN LA DINÁMICA SOCIAL
En esa línea podemos decir que tal vez no exista un peruano con más de 35 años que no recuerde los años 80 cuando la economía del Perú perdió todo su control, llevándolo a ocupar el deshonroso puesto 12 en el Ranking de Mayores Hiperinflaciones de la Historia Moderna por haber alcanzado la catastrófica cifra de 3´500,000% de inflación. Fueron aciagos años en los que las palabras inflación –con su superlativa hiperinflación–, desabastecimiento, escasez y “maquinita” eran los términos más utilizados en el lenguaje cotidiano. Mientras que el fantasma del desabastecimiento y las largas colas para conseguir productos básicos eran el día a día que se vivía en esos desventurados y desalentadores días. Sin embargo, lo peor vino después con las medidas para corregir la crisis económica de esos años, que fueron tomadas dramáticamente de un día para otro, y los peruanos nos encontramos con un montón de billetes que no valían nada en los bolsillos; así el precio de la gasolina aumentó en 3,000 por ciento, los alimentos básicos más del 300 por ciento, lo que automáticamente elevó el nivel de pobreza en el país en más de 10 puntos. El impacto de este shock obligó al cierre de miles de empresas, principalmente de la pequeña y mediana industria, y esto a su vez originó el despido de cientos de miles de trabajadores que pasaron a la fila de los desocupados. La necesidad de las familias pobres obligó a que sus niños salieran a trabajar en diversas actividades y contribuir con la economía familiar para, de esta forma, poder sobrevivir.
Como si todo ello no fuera suficiente castigo para los 17´000,000 de peruanos que éramos en ese entonces, la escalada armada de grupos terroristas establecidos en el centro y sur del país buscaba destruir al Estado democrático e instaurar un Estado socialista. Esta época es considerada la más brutal de la historia peruana por el número de víctimas. Según la estimación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, fueron cerca de 70,000 personas fallecidas en el fuego cruzado entre terroristas y fuerzas del estado; la mayoría de estas víctimas eran campesinos, personas humildes, mendigos; los desaforados terroristas también perseguían minorías étnicas, religiosas y sexuales o personas de acuerdo a su condición social o económica. Estos grupos terroristas son considerados los más sanguinario de América Latina, que ocasionaron al Perú pérdidas de US$ 21.000 millones, representando el 42,4% del PBI.
AUNQUE A VECES NO LO RECORDEMOS, NADA DE LO QUE SUCEDE SE OLVIDA.
Esta memoria histórica debe servirnos como un referente en la construcción de recursos frente a estos difíciles días que estamos viviendo, para así vislumbrar caminos y crear nuevos espacios que alberguen oportunidades.La duración y el alcance de esta epidemia es desconocida y podría ser relativamente prolongada, por lo que personas y empresas necesitan ganar en resiliencia, capacidad y velocidad de adaptación para afrontar con renovados bríos esta situación, aprendiendo nuevas estrategias de gestión y así enfrentar los retos que se vienen. El ser humano aprende de los obstáculos, tiene capacidad de resistencia y de reinvención.
En chino el término crisis lo componen dos caracteres que significan peligro y oportunidad, concurrentes a un mismo tiempo, mientras que sus derivaciones en griego indican a la vez decisión, discernimiento, así como también un momento crucial durante el que habrá un cambio para mejorar o empeorar. Las palabras que utilizamos influyen en el tipo de vida que se vive, tienen poder creador, por lo tanto cuando nos quejamos de algo sólo estamos afirmando más el problema. Usemos sabiamente la palabra crisis.