Por: Carlos Scaglioni Vigil
El COVID-19 derrumbó todas las expectativas económicas que se tenían para este 2020. Casi todos los sectores productivos se están preparando para hacer una evaluación de los daños. Pero hay una industria que va a sufrir más los efectos de esta nefasta crisis, y es el sector de las bodas. Este negocio mueve más de 500 millones de dólares al año, y se celebran en nuestro país anualmente unos 100,000 enlaces matrimoniales. Suspendidas todas las ceremonias justo en la temporada más alta, el enfoque de todos los empresarios del sector nupcial debe radicalmente replantearse.
El entramado empresarial que implica este sector está absolutamente interconectado: casa haciendas y restaurantes, empresas de alimentación y bebidas, catering con cocineros, camareros y seguridad, coros, agencias de viaje, video y fotografía, música, iluminación, floristas, joyería, estética, atelieres, sastrerías, movilidad; la cadena es sumamente amplia y en su mayoría se compone de pequeñas empresas y trabajadores independientes. Ante esta masiva incertidumbre, el sector afronta una oscura realidad que orilla a las empresas a repensarse y reinventarse para una futura reingeniería. Las redes sociales y la solidaridad se han erigido como una tabla, que de alguna manera, alivia este impreciso contexto.
MIRANDO HACIA EL FUTURO
Entre el 80 y el 85% de las bodas son celebradas entre marzo y septiembre, son miles de novios los que tenían previsto casarse durante estas fechas y que por la pandemia han tenido que confinarse. Surgen muchas preguntas al respecto. Un importante portal web especializado realizó una encuesta de la cual se extrae que más del 91% de las parejas que tenían pensado casarse por estas fechas han optado por posponer su boda, y solamente un 9% ha decidido no casarse. Este gran grupo de novios piensa que no tiene porqué echar al traste su boda, que es un evento preparado, en general, con más de un año de anticipación. Al momento de posponer una boda, la Iglesia, la locación y el catering, son los aspectos que más preocupación provocan, por lo difícil que es encontrar la fecha y el lugar deseado para casarse.
Es en esa difícil coyuntura que los profesionales eventistas tienen que consensuar con sus novios, las nuevas fechas y reubicarlas en el calendario para la realización de las respectivas bodas, garantizándoles las mismas condiciones que tenían de no haber sido por el escenario provocado por el COVID-19. Un tema relevante es el de las reservas en restaurantes, hoteles, viajes... ¿qué pasa con todo esto? ¿Cómo se está portando el sector? El profesionalismo que desplieguen los profesionales eventistas será muy importante en estos casos, en su intento de cuadrar fechas para que todos los novios no se vean defraudados.
Es solo en el momento en las que las cosas se salen de control y nos enfrenta a lo inesperado, cuando nos damos cuenta de la realidad. Durante mucho tiempo hemos venido escuchando que hay que reinventarse, que hay que adaptarse al cambio y evolucionar. En su momento nos entró por un oído y nos salió por el otro. Como aconsejan los especialistas, hoy es el momento de repensar el negocio, y no por el coronavirus, sino por nuestra propia existencia. Es verdad que nos cuesta planear, prevenir, programar y diseñar el futuro que queremos. Dejemos de ser inmediatistas y vivir como si no hubiera un mañana. Pero sí lo hay y muy promisorio. Y como dijera la actriz Vivien Leigh en su papel de Scarlet O´hara: “Después de todo, mañana será otro día”